Ilegal, inmoral o engorda

miércoles, 30 de julio de 2008

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No me considero un filósofo, de hecho no lo soy en el sentido de conocer a los exponentes de la filosofía o sus libros. Pero me considero un razonador un tanto científico, y dicho razonamiento se originó en la filosofía… mejor dejo de filosofar ese punto.
El caso es que quiero exponer mi punto de vista sobre la moral, sobre la distinción del bien y el mal. Para esto debemos entender qué es el bien. Pues, eso difiere de casa en casa, de pueblo en pueblo, de nación en nación y de cultura en cultura. El bien como lo entendemos individualmente viene de nuestra educación y nuestras necesidades. Por ejemplo, existe la tribu fore de Nueva Guinea cuyos miembros dejan los cuerpos de sus difuntos en una roca, al sol para que se pudran y así poder comerlos. Esto para ellos es correcto por que pertenece a un ritual sagrado (no olvidemos a los que aunque alegóricamente, comen “el cuerpo de cristo”). Se dice que para los árabes, eructar el terminar la comida es un signo de satisfacción y no de falta de respeto. Para los estadounidenses es muy difícil saludar y despedirse de abrazo o beso en la mejilla, y claro, a los mexicanos nos parece normal y de buen gusto. Así pues el bien es aquello a lo que una cultura esta acostumbrado y considera que le es necesario y satisfactorio para su sociedad (familia, religión, estado, etc.).

El mal entonces es lo contrario que el bien. Es aquello a lo que una cultura no ha logrado acostumbrarse porque no le es ni necesario ni satisfactorio para su sociedad (familia, religión, estado, etc.).

Con esto se entiende que el concepto del bien es conveniente, es decir tiene que ver con las conveniencias privadas y públicas del individuo. Lo cual me parece INCORRECTO. Pero así es.

Y la moral… pues, aún peor. La moral no es más que el designio del bien y el mal por parte de la autoridad para el control masivo. Es la dosis de terror y culpa para mantener a los súbditos a raya en la sociedad. La moral es pues algo “inmoral” por sí misma, ya que es por medio del miedo que ésta se ejerce, y no por convicción propia.

Entonces, ¿cómo se supone que sabremos cómo actuar, si el bien es circunstancial y la moral no existe? A pues, fácil. Debemos basar nuestras acciones en los principios. La diferencia de éstos con la moral es simple: los principios son acciones necesarias para la supervivencia de nuestra especie, y todo aquello que conlleva este fin produce por ende, bienestar social, sana convivencia.

Por ejemplo, matar a alguien puede provocar que sus allegados busquen la muerte del homicida y que con esa acción provoquen la agresión de los allegados a este último, y el círculo vicioso se expande. Incluso ha habido guerras por esta razón tan simple. Así que la especie corre peligro.

Otro ejemplo, el sexo no seguro puede ocasionar dos cosas, el exterminio de la raza humana por infecciones como el SIDA o la muerte o afectación física de un individuo por su pareja celosa, lo que nos lleva de nuevo a la violencia, lo que ya sabemos afecta nuestra existencia. En este caso último deberíamos evaluar en un post el modus operandi de los llamados swingers, tal vez son más “morales” que los demás.
Si alguien te roba no es un homicidio, pero puede provocar un asesinato. Si levantas falso testimonio pasa lo mismo, si ofendes a alguien más también… entonces un principio es actuar en pro de la conservación de la especie y aún más, el desarrollo de la misma por convicción propia.
Claro que sí, no solo no es provocar el enojo de alguien agresivo, sino buscar ayudar a los que necesitan de nosotros para que sobrevivan (se hace con los hijos), en educarlos, informarlos, provocar bienestar a diestra y siniestra.

Así pues, el miedo no es la mejor medicina para hacer el bien, de hecho ha funcionado más como un veneno (las cruzadas y la inquisición e incluso la negación a transfusiones por ejemplo). La mejor manera de hacer el bien es buscar en los principios, en el sentido común, dentro de las necesidades de cada uno de nosotros para sobrevivir.

En el siguiente post hablaremos de la ética según el punto de vista de Carl Sagan y de un servidor.
All you need is love, it’s easy if you try

¡Aunque lo duden!

miércoles, 9 de julio de 2008

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Todos hemos tenido la experiencia de comprar algún producto, como por ejemplo un carro o una medicina. En el ejemplo del carro, si es usado, de lo único que podemos estar seguros es de que el vendedor no nos mostrará todas las fallas, y hacemos preguntas capciosas como “¿le cambiaste las llantas por unas más viejas?” o “¿porqué está el motor recién lavado?”, etc. ¿Porqué no confiamos en el actual dueño y compramos sin regatear? Simple, porque no confiamos en él y además, no pretendemos confiar en él. Así vivimos la mayoría de nuestras decisiones, evaluando, comparando, a veces asta investigamos si lo que vamos a comprar nos conviene o no, o al menos leemos la Información Nutrimental. Si nos gusta mucho el carro y desconfiamos del vendedor, lo llevamos a con un mecánico de nuestra confianza (si es que existe un mecánico con esa característica), y ahí pueden terminar nuestras dudas. O podría pasar que aceptamos la buena opinión del mecánico simplemente porque nos gusta mucho el carro y escuchamos las opiniones a favor porque eso es lo que queremos oír.
En el ejemplo de la medicina es más complicado para la mayoría de las personas. Se supone que la compramos por prescripción de un medico, alguien que estudió medicina por muchos años y que sabe de lo que habla. Así que, la compramos tal y como nos dijo el experto (aunque muchos fallan aquí y compran algo parecido y más barato). Pero en algunos casos, los pacientes cuestionamos al medico en la forma en que debe funcionar la medicina, o si se puede sustituir, incluso preguntamos a otro medico y consultamos los efectos químicos de la medicina en Internet.
La cuestión es, que somos incrédulos en muchas acciones de nuestra vida, dudamos a quien dar limosna y a quien no, dudamos de quien se acerca y nos saluda, de quien nos pide que le cuidemos el lugar en la fila, de quien nos pregunta si queremos un aventón, etcétera, etcétera, etcétera. Somos desconfiados por naturaleza, porque nos puede costar un poco de dinero, la salud o la vida misma. A veces dudamos hasta de nuestra memoria y hacemos una lista de compras. No lo duden, todos somos desconfiados.
Solo en una cosa nos creemos lo que nos dicen los demás, lo que vemos en un video, o lo que vemos u oímos en el miedo de la oscuridad (o soledad) o cerca de despertar o de dormir. Creemos todo cuanto se trate de algo sobrenatural, queremos ser parte de la historia y aseguramos que algo así nos ha pasado. Incluso hay sectas que sienten a dios en sus rituales y ufólogos que ven extraterrestres en su propia casa.
Nunca nos preguntamos porque esos fenómenos los experimentan personas durante la noche, cuando nuestros sentidos no funcionan de la mejor manera, o cuando están despertando o casi dormidos. Le llamamos destino a un conjunto de casualidades que se dan en nuestra vida, encontramos señales porque las queremos encontrar y hacemos conteo de detalles en los que queremos creer, y no lo hacemos con la inmensa mayoría de “no señales” que suceden a diario.
¿Que también en esos temas hay expertos? Si, si los hay. Pero el verdadero afectado es uno mismo, tal y como al tomarse la medicina o al chocar con un carro que fallaba en sus baleros. Y como el afectado es uno mismo, pues uno mismo debe constatar, investigar, preguntar, comparar y evaluar dudando incluso de lo que dijo mamá, papá, el padrecito, el pastor o el mismísimo papa Nazinger (o Ratzinger).
¿No tienen dudas? Esta bien, sigan haciendo lo que dice “el que sabe”, sigan dejando su vida en manos de personas que actúan en beneficio propio, ¿no es así?, ¿ya lo corroboraron? Aceptemos que el ser humano es desconfiado, que dudamos de todo menos de lo que nos gusta creer para sentirnos parte de algo. Somos todos más escépticos que creyentes.

Incertidumbre

domingo, 20 de abril de 2008

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Desde hace muchos años la ciencia ha intentado unir las teorías que rigen nuestro universo dentro de una sola ley física que encierre las leyes de todo nuestro cosmos. En términos “mortales”, una ley física debe permitirnos reconocer los fenómenos de un problema natural, identificarlo debidamente y además, predecir eventos de la misma índole. En pocas palabras comprender y predecir. Muchas ya lo hacen pero no entraremos en esos detalles.

El detalle radica en que para unificar todas esas leyes en una sola ley, dicha ley nos permitiría entenderlo TODO. Y si lográramos eso, podría ser tanto positivo como negativo. Pero yo no soy filósofo.

Desde hace mucho, los científicos se dieron cuenta que hay un pequeño problema que no permitiría la unificación de las leyes, porque se supone es un echo que jamás se resolverá. Este problema se conoce como Principio de Incertidumbre.

Incertidumbre quiere decir que se carece de certeza, y si aceptamos que en la física existe un fenómeno que siempre cumpla con incertidumbre, entonces no podríamos controlarlo todo. La ley que unifique la física deberá conciliar las áreas de la gravedad, electromagnetismo, fuerza nuclear débil y fuerza nuclear intensa. Esto es macrocosmos y microcosmos.
Vamos al grano. La ciencia ha podido predecir aspectos del macrocosmos como el movimiento de los planetas y las estrellas. Incluso puede predecir algunos detalles de la química y muchas otras áreas. Solo en la mecánica quántica falta ese aspecto que produce dicha incertidumbre. No se puede saber al mismo tiempo la posición y velocidad de las partículas subatómicas.
Para ubicar la posición de una partícula tenemos que verla, y para verla necesitamos luz, y la luz se compone también de partículas. El fotón es la partícula de la luz y si, lanzamos un fotón a una partícula para verla, el fotón la tocará y eso alterará la velocidad de la partícula. Entonces al momento de ubicar esa partícula (iluminándola) alteramos su velocidad, y ahí perdemos el control.
Sabemos la velocidad de una partícula por los efectos que ocasiona en la naturaleza, pero no podemos verla porque se esta moviendo. Esto es, cuando sabemos su velocidad no podemos verla. Lo contrario que se explica en el párrafo anterior.
Esto podría provocar que la ley unificadora de la física nunca se descubra.
Tal vez es como Hawking dice: así como para visualizar el plano terrestre completo debemos ver varios mapas o uno que desfigura a la Tierra, posiblemente así debe ser con las leyes de la física.
Por otro lado, hace 200 años imaginar que el hombre pudiera volar era una herejía.
Me despido mencionando que la teoría de cuerdas supone una solución al principio de incertidumbre, pero de eso platicamos cuando la entienda un poco mejor.

Teísta, deísta, panteísta, secular, agnóstico, ateísta, o escéptico

sábado, 8 de marzo de 2008

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“Ama a tu prójimo como a ti mismo” Marcos 22.39
“Ama a tu prójimo, no hay otro igual en muchos años luz a la redonda” Carl Sagan

Seguramente se habrán dado cuenta que una de las fundamentales razones para la existencia de este blog es la difusión del conocimiento, por ende, del uso de la razón, por ende, del libre pensamiento y por ende, del escepticismo. Muchos de los que me hacen el favor de visitar este blog seguramente se han llegado a preguntar en donde están ubicados según su nivel de fe o su forma de concebir su propio ateísmo. Existen, muchas fuentes de información al respecto. Yo mismo he querido saber en donde estoy en lo que se refiere a mi propia filosofía, ya que dejé de ser católico (si alguna vez lo fui, lo dudo), cristiano, e incluso creyente. Se que soy escéptico pero, cuando escucho la variedad de calificativos para alguien que no tiene fe, tengo que preguntarme en donde entro yo según estas categorías.


Vamos por partes, no sin antes aclarar que dentro de las fuentes de información esta el libro The God Delusion de Richard Dawkins. El título en español de este libro es de difícil traducción, o por lo menos de manera que cause el mismo impacto que en inglés. Sería algo así como La Alucinación “Dios”.


Primero debemos empezar con lo más común y progresaremos hasta lo más inusual (que no significa que seamos pocos).


Teísta
El teísta cree en un dios personal y providente, creador y conservador del mundo. Es decir, cree en una inteligencia sobrenatural que además de haber creado el universo aún nos observa y tiene influencia en el destino de los hombres. El teísta asegura que este ser sobrenatural interviene en los asuntos de los hombres, responde a las oraciones, perdona o castiga los pecados, hace milagros, y sabe las cosas buenas y malas que hacemos o incluso las que pensamos.


Deísta
El deísta cree en el mismo dios que el teísta, pero asegura que después de haber creado el universo dictó las leyes que lo regulan y se fue a dormir... o de vacaciones. El deísta cree que a este dios no le interesa el destino ni los asuntos de los hombres. Tal vez Teo Cardala (Cómplices) es deísta, ya que él escribió en su canción la oración “Dios existe pero duerme”.


Panteísta
El panteísta no cree en una inteligencia superior, en un dios personificado. El cree que puede llamar Dios a la Naturaleza, al Universo o a las leyes físicas naturales. No existe la persona, pero si existe el Orden Universal, la Energía Cósmica, etc.


Secular
El secular es alguien quien independientemente de su creencia o filosofía personal, reclama la separación de la religión de los asuntos humanos, específicamente de aquellos asuntos comunes a la sociedad en general, tales como el gobierno, las leyes, la educación, etc. Confía en que de esta manera la sociedad sobrevivirá como unidad, sin discriminación religiosa, sin conflicto entre la fe de unos y otros.


Agnóstico
El agnóstico simplemente se declara incapaz de asegurar la existencia o la inexistencia de un dios o dioses, o de cualquier inteligencia superior. Si no se tienen los datos que sostengan los hechos, el agnóstico se mantiene al margen, no se define hasta no estar seguro. De hecho puede asegurar que nunca será probado o refutado lo anterior.


Ateísta
El ateísta es un ateo, como normalmente se le llama. No cree en una inteligencia superior o dios. El ateo esta seguro de la inexistencia de un creador y no necesita pruebas de ello.


Escéptico
El escéptico no cree en una verdad absoluta. Su deber es dudar incluso de sí mismo en el sentido de no crearse verdades personales para sentirse en paz. La búsqueda de respuestas (no de verdades) para el escéptico, es su pasatiempo favorito. El escéptico es incansable en sus preguntas, porque acepta humildemente que el universo contiene y manifiesta más información que la que el mismo hombre puede comprender.


Podemos ahora situarnos con mayor facilidad en el adjetivo adecuado.


Para terminar anexaré un cuadro que nos obsequia Richard Dawkins y que llamaremos el Espectro de Intensidad Divina.


1. Teísta Fuerte. 100 % de fe en la probabilidad de un Dios. “No creo, sé que Dios existe”.


2. Teísta Moderado. Menos del 100% de fe en la probabilidad de un Dios. “No puedo asegurarlo, pero creo profundamente en Dios y vivo mi vida asumiendo que existe”.


3. Teísta Débil. Más de 50% de fe en Dios. “No estoy nada seguro, pero prefiero creer en Dios”.


4. Agnóstico Imparcial. 50% de fe en la probabilidad de un Dios. “La existencia e inexistencia de Dios son exactamente igual de probables”.


5. Ateísta Débil. Menos de 50% de fe en la probabilidad de un Dios. “No sé si existe Dios pero me inclino a ser escéptico”.


6. Ateísta Moderado. Más del 0% de fe en la probabilidad de un Dios. “Veo muy improbable la existencia de Dios y vivo mi vida sin asumir que existe”.


7. Ateísta Fuerte. 0% de fe en la probabilidad de un Dios. “No solo creo que no hay un Dios, sé que no hay Dios”.


Vean ustedes mismos donde se ubican. Yo, al parecer estoy en el nivel 6 del espectro, ya que improbable no es una palabra definitiva, y la existencia de un dios, por lo menos al momento, científicamente es improbable.


Por experiencia propia, puedo intuir que algunos de ustedes temen aceptar públicamente su verdadero nivel en el espectro. Solo espero que algún día su honestidad consigo mismos supere el miedo al rechazo. Esto se entiende porque para un cristiano, desgraciadamente es más alarmante que alguien a quien consideraba creyente le diga que dejó de serlo. Pero supongamos que un cristiano de la familia les platica que conoció a un árabe, digamos en su trabajo. Hablaría de sus costumbres y fe con asombro y tal vez hasta con gracia, pero no lo discriminaría. Porque así lo conoció, y no se siente traicionado. Este ejemplo podría ser el inicio de una plática para comentar con sus cercanos sobre su verdadera opinión respecto a la fe. Pero por favor, fundamenten sus opiniones, porque no hacerlo y querer hablar de ello sin conocimiento del tema podría parecer una conducta religiosa…


¡Hágase la luz!... y nació la ciencia.


Hasta la vista.

Hombre de poca fe?

viernes, 15 de febrero de 2008

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Muchas personas que son de aquellas que profesan una religión y que aseguran que conocen la verdad, una verdad que no ponen a prueba sin importar de donde venga, acostumbran a estereotipar a los agnósticos (que de hecho la mayoría no conoce este adjetivo). Los acusan de orgullosos, arrogantes, y lo peor según ellos, hombres de poca fe. Pero, se puede tener fe y ser agnóstico. Se puede tener la más alta de las autoestimas y seguir siendo humilde. No es necesario sobajarse a las autoridades para reflejar humildad.
Yo, César Medina, me declaro hombre de mucha fe. Primero, tengo fe en mi mismo como en nadie más. Me siento capaz de llegar a donde quiera por mi mismo y sin pedirle a ningún ente invisible que me ayude, es más, de existir ese ente, estoy seguro que esperaría eso de mí. Tengo fe en los demás, y les otorgo mi buena fe en principio, pero les administro la justicia que merecen si me agreden, y les otorgo el perdón si me lo piden. Tengo fe en que la humanidad se supere y que la mejor manera de lograrlo es empezar por uno mismo.
Soy humilde cuando veo las enormes calles donde vivo, la enorme ciudad donde camino. Soy humilde cuando veo en los mapas el tamaño de mi país, de mi continente, de mi planeta. Soy humilde cuando entiendo y comprendo que sin este diminuto planeta que se encuentra a tan solo 150 millones de kilómetros de una poderosa estrella y a la vista de tantos peligros estelares mi vida nunca se hubiera dado. Soy humilde cuando entiendo vagamente las leyes de la naturaleza y cuando se que se repiten en cualquier lugar del universo. Soy humilde cuando dejo de creer que soy la mejor especie de una creación espontánea y cuando dejo de creer que soy el centro del universo y que soy lo único importante para otro ser superior.
Tener fe no es satanizar a otros credos. Tener fe no es dejarle el trabajo de lo que temo a un ser supremo. Tener fe no es expiar mis culpas con oraciones o rezos. Tener fe no es desearle mal al prójimo que piensa diferente.
Ser humilde no es creer tener la verdad. Ser humilde no es profesar amor y no darlo. Ser humilde no es aceptar como un hecho algo que alguien más te enseña. Ser humilde no es permitirse ser usado.
Yo tengo fe. En mi por sobre todas las cosas. Me siento capaz de ayudar a los demás con mis propios recursos. Creo en la vida, creo en existir, y creo en hacerlo valer.
Yo soy humilde. Porque a pesar de que estoy orgulloso de mi, puedo dar la vida por el prójimo. Ya la he dado muchas veces a mi esposa y a mis hijos, y lo seguiré haciendo.
Me siento tan grande y tan valiente que la única manera de aprovecharlo es dar al mundo todo lo que tengo.
Tomad y bebed.

Cómo demonios llegué hasta aquí (Daemon; conocimiento en griego)

martes, 15 de enero de 2008

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Siempre me he quejado de que las personas creyentes que me censuran ni siquiera se ocupan por entender lo que yo pienso, simplemente por no ser lo que ellos asumen como verdad absoluta me satanizan. A la vez, muchas personas que no me satanizan, no conocen los detalles de los hechos que me trajeron a este pensamiento agnóstico. Y por último, escribir sobre ello también sirve para que mis compañeros de “ideología” conozcan el camino que mi cerebro tomó hacia el mayor uso de la razón.
Lo más lejano que recuerdo es que en el catecismo nos contaron y nos hicieron dibujar el pasaje en que un hebreo escucha la voz de Dios mientras pretende dormir y el hebreo le pregunta “¿Eres tú, Yahvé? Entonces llegando a la casa tome la Biblia y busqué el nombre de Dios, y uds. saben lo que encontré. Como el nombre que en el Éxodo dice Yo Soy me pareció muy extraordinario, empecé a buscar la respuesta en toda la Biblia.
Lo siguiente que recuerdo es cuando le cuestioné a mi padre que me mandaran a misa cuando él no iba a tal evento, me dijo que se defraudó de los sacerdotes desde que defendió a una anciana de uno de ellos que le gritaba altaneramente y de otro que se robó valores de la parroquia. Pero, que aún así respaldaría a mi madre si ella me mandaba… Yo ya había visto cosas semejantes…
Más adelante, me pareció extraño que el mundo estuviera lleno de tantas religiones y que las más fuertes existieran gracias a la guerra. Al mismo tiempo uno de mis hermanos (7 años mayor que yo) siempre presumió de saber grandes cosas y yo no dejaba de preguntarle las respuestas a todo, desde los fenómenos naturales hasta la historia y demás cosas. La historia del mundo esta plagada de cosas que me avergüenzan y otras que me enorgullecen, y es este tema, la historia, suficiente para pensar en el uso de la razón.
A los once años, como a las 5 de la tarde, empezaron a pasar un programa en la televisión llamado Cosmos. Simplemente no me lo perdía. Carl Sagan hablaba de todas las ciencias y a mi me pareció extraordinario saber todo eso: átomos, evolución, números exponenciales, soles, galaxias, pulsares, neuronas, etc.
En mi casa siempre hubo libros de todos los temas y como a los 10 años empecé a leer lo que me parecía interesante. Ah, y también la revista mensual Muy Interesante. Ahora lamento no haber leído Mein Kampf, pero me alegro de haber leído Historias Secretas de la Segunda Guerra Mundial. Un día llegó hasta mis manos Caballo de Troya y me lo receté completo a los 17 años. Me pareció una fantasía deseable y muy congruente con las cosas en las que yo buscaba la Verdad: La Biblia, los extraterrestres, los yeti, el Budismo, etc. Benítez, simplemente ha logrado unir varias doctrinas en la trama de dichas novelas. Es un genio.
Para entonces ya me había formado una idea de fe en la que existía un solo Dios, un ser humano perfecto que nos mostró un mejor camino llamado Jesús, y todos sus ayudantes llámense astronautas interestelares o como sea, una Tierra que en realidad se llamaba Iurantia en un sistema interestelar de donde venía Jesús (cuyo nombre real era Micael), guiado por la energía eterna de la Isla galáctica del paraíso…. Je je je je… y cosas como esas, incluidos a los fantasmas…
Pero, aún no encajaban muchas cosas, aún no tenía sentido todo ese embrollo. Pero esperé. Hasta que un día de 2004, un amigo me preguntó que libros le recomendaba, y en la lista incluí algunos que no había tenido oportunidad de comprar, entre ellos El Mundo y sus Demonios de Carl Sagan. Ni siquiera sabía de qué se trataba. Los compró y me los prestó todos. Y al leer el de Sagan, me di cuenta que estaba escrito por alguien completamente centrado, respetuoso de las creencias de los demás, y con mucho sentido común. Es un libro que satisfizo todas mis preguntas, pero que no me asegura ninguna Gran Verdad.
Busqué más de él y de todos los científicos. Y además empecé a externar a los demás mi nueva idea de que no existen los dioses. Eso amigos, es la libertad. Así un día, a una clienta que comencé a tomar como una amiga muy inteligente se lo comenté y ella me facilitó un blog de Internet de un amigo de ella que pensaba más o menos como yo. Y ahí dentro supe que yo soy un agnóstico o humanista secular. Ese blog se llama Sentido Común.
Hace falta leer mucho para entender lo que yo soy. Hace falta entender que toda la información escrita que existe, irrepetible y verdaderamente fundamentada, es mucho mas vasta que la Biblia. Además, vivimos en un mundo que se sustenta en toda la tecnología proveniente de la ciencia, de los agnósticos, y todo eso NO esta en la Biblia. Hace falta informarse. ¿Cuántos libros has leído? Y aún así, aceptar que podemos estar equivocados, y no crearse una verdad absoluta.
Cabe decir que si Dios existe y las pruebas lo demuestran, yo creeré en él. Pero mientras seguiré respetando a mis semejantes sin el miedo a ser castigado si no lo hago. Seguiré siendo leal a los que se lo merecen sin tener que rezar por ello. Seguiré evitando tirar basura en la calle, o atravesar mi carro sin compasión por los demás guiadores aún cuando no esté ningún agente de tránsito presente. Seguiré evitando la tranza que no evitan todos esos creyentes que se purifican cada vez que se reúnen y se sienten tocados por Dios para seguir pecando el resto de la semana.
Así amigos, he llegado hasta aquí. Gracias