Muchas personas que son de aquellas que profesan una religión y que aseguran que conocen la verdad, una verdad que no ponen a prueba sin importar de donde venga, acostumbran a estereotipar a los agnósticos (que de hecho la mayoría no conoce este adjetivo). Los acusan de orgullosos, arrogantes, y lo peor según ellos, hombres de poca fe. Pero, se puede tener fe y ser agnóstico. Se puede tener la más alta de las autoestimas y seguir siendo humilde. No es necesario sobajarse a las autoridades para reflejar humildad.
Yo, César Medina, me declaro hombre de mucha fe. Primero, tengo fe en mi mismo como en nadie más. Me siento capaz de llegar a donde quiera por mi mismo y sin pedirle a ningún ente invisible que me ayude, es más, de existir ese ente, estoy seguro que esperaría eso de mí. Tengo fe en los demás, y les otorgo mi buena fe en principio, pero les administro la justicia que merecen si me agreden, y les otorgo el perdón si me lo piden. Tengo fe en que la humanidad se supere y que la mejor manera de lograrlo es empezar por uno mismo.
Soy humilde cuando veo las enormes calles donde vivo, la enorme ciudad donde camino. Soy humilde cuando veo en los mapas el tamaño de mi país, de mi continente, de mi planeta. Soy humilde cuando entiendo y comprendo que sin este diminuto planeta que se encuentra a tan solo 150 millones de kilómetros de una poderosa estrella y a la vista de tantos peligros estelares mi vida nunca se hubiera dado. Soy humilde cuando entiendo vagamente las leyes de la naturaleza y cuando se que se repiten en cualquier lugar del universo. Soy humilde cuando dejo de creer que soy la mejor especie de una creación espontánea y cuando dejo de creer que soy el centro del universo y que soy lo único importante para otro ser superior.
Tener fe no es satanizar a otros credos. Tener fe no es dejarle el trabajo de lo que temo a un ser supremo. Tener fe no es expiar mis culpas con oraciones o rezos. Tener fe no es desearle mal al prójimo que piensa diferente.
Ser humilde no es creer tener la verdad. Ser humilde no es profesar amor y no darlo. Ser humilde no es aceptar como un hecho algo que alguien más te enseña. Ser humilde no es permitirse ser usado.
Yo tengo fe. En mi por sobre todas las cosas. Me siento capaz de ayudar a los demás con mis propios recursos. Creo en la vida, creo en existir, y creo en hacerlo valer.
Yo soy humilde. Porque a pesar de que estoy orgulloso de mi, puedo dar la vida por el prójimo. Ya la he dado muchas veces a mi esposa y a mis hijos, y lo seguiré haciendo.
Me siento tan grande y tan valiente que la única manera de aprovecharlo es dar al mundo todo lo que tengo.
Tomad y bebed.